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martes, 1 de junio de 2010

VOLVER A EMPEZAR.













No.
Tranquilos que no volveremos a los inicios.
Continuaremos en el año 1990, en el que sale en libertad el preso más famoso del mundo Nelson Mandela, después de 27 años de cautiverio. El año de la reunificación alemana, tras la caída del muro. El año en que la OMS (Organización Mundial de la Salud) retira la homosexualidad, de la lista de enfermedades psiquiátricas.
El año en que en España, comienzan a emitir las dos primeras televisiones privadas: Antena 3 y Tele 5.
Pero es que nuestra decisión de tener otro hijo, para nosotros era como volver a empezar; volver a sentir los mismos sentimientos y la misma ilusión que hacía diez años, cando decidimos tener a Víctor.
Para empezar, si os acordáis de la fecha de nuestro casamiento, el 21 de enero, podréis intuir por qué Víctor nació un 11 de octubre y el futuro Ferrán estaba programado para nacer, también, en el mes de octubre. Haced vuestros cálculos; nueve meses . . .
Pues eso. Una vez nos dieron los médicos todas las seguridades, dentro de todo lo que es posible asegurar, nos pusimos a ello.

Recuerdo todavía cuando fuimos a por el resultado de la prueba en una farmacia de la c/ San Bartolomé y el resultado salio positivo, confirmando lo que ya prácticamente sabíamos. Tuvimos la misma alegría que la primera vez y como no habíamos comentado nuestros planes con nadie, pues nos gusta hacer las cosas entre nosotros dos y dar las cosas hechas, cuando les dimos la noticia a los abuelos, la alegría fue igualmente enorme.
Así que volvíamos a estar embarazados.
Yo llevaba ya unos meses en mi nuevo trabajo y me había adaptado perfectamente a él.
Había sido un riesgo, un riesgo calculado aunque siempre te da algo de incertidumbre, pero de momento las cuentas salían.
Si en mi anterior empresa, me pasaba todo el día en la oficina, ahora me pasaba el día en la calle, visitando a unos y a otros, dando a conocer mi nuevo trabajo y captando clientes.
La cosa no me iba mal, al contrario me iba muy bien.
En la entrevista con Hilario, al hablar de las espectativas de ventas, me comentó que la media era de unos cuatro vehículos al mes (y supongo que tirando para arriba), en los primeros meses, estaba vendiendo ocho, diez vehículos mensuales, lo que sorprendió tanto a Hilario como en el concesionario en Castellón, con lo que mi intención de dar el salto al concesionario provincial, de momento estaba bien encarrilado.
En este nuevo trabajo, descubrí el mundo de las multinacionales, con las presentaciones de nuevos modelos, los cursillos de producto y nuevas experiencias que todavía me faltaban por explorar. Pero eso vendrá más adelante.
De momento el embarazo se desarrollaba sin ningún tipo de sobresalto.
Ese año, un poco como regalo de comunión a Víctor, aprovechamos para hacer una visita a los hermanos de Mª José que vivían en Palma y así Víctor subió en avión por primera vez en su vida.También organizamos un viaje a Barcelona, junto con la familia de mi compañero de correrías atléticas, que tenían un hijo de la misma edad que Víctor. Veréis que nos habíamos hecho viajeros, señal de que nuestra situación económica estaba bien asentada. Nuestro centro de operaciones, seguía siendo el chalet de la Serratella, pero la verdad es que el tener la tienda y la casa en el mismo sitio, separado tan sólo por una puerta, era muy cómodo para Mª José y nos facilitaba bastante las cosas.
Los fines de semana, nos los guardábamos para nosotros en el chalet, jugaba casi todos los fines de semana a tenis con un amigo que venía de Valencia a propósito, y me encantaba jugar y perder, o sea que lo de ganar debería ser la hostia. Este amigo, me picó y nos compramos una moto, bueno dos, una cada uno. El se compró una Yamaha Superteneré y yo un poco más práctico, me agencié una Gilera Dakota de 2ª mano, con tan sólo 3000 Kms.
El año, entre mi nuevo trabajo, los viajes y Mª José como siempre estresada con las clases y la tienda, se nos pasó volando; excepto las últimas semanas del embarazo, que siempre se hacen más largas, sobre todo a Mª José, claro.
La noche del 23 al 24 de octubre, me desperté sólo en la cama sobre las cuatro de la mañana, así que salí al comedor y me encontré dando vueltas a Mª José. me dijo que parecía que ya empezaban las contracciones, pero que me acostara, que suponía que era pronto y por aquello de no molestar no quería llamar todavía a la comadrona, pues con Víctor estuvimos bastante tiempo ingresados y se nos hizo largo; pero las contracciones se acortaban en su intervalo y nos decidimos a llamarla, pues era una conocida de Burriana y nos comentó que nos acercásemos a su casa y le echaría un vistazo.
Allá que nos vamos sobre las seis de la mañana, subimos a su piso, la reconoce y nos dice que está bastante avanzada y que al ser el segundo, la cosa podía ir más rápida, recomendándonos que nos vayamos a ingresar, que ella va también enseguida hacia el hospital. Nos subimos en el ascensor y Mª José rompe aguas. Canguelo total. Nos da la opción de quedarnos en su casa y tener allí el alumbramiento o salir aprisa hacia el hospital sin garantizarnos que llegáramos . . .
Decidimos arriesgarnos a desplazarnos a Castellón y ella se viene con nosotros en nuestro coche, las dos en los asientos traseros, Mª José soplando pero para aguantar, Víctor en el asiento del acompañante, con un pañuelo por la ventanilla y yo conduciendo a toda pastilla, haciendo sonar el claxon y saltándonos semáforos. . . vamos de película.
Llegados al hospital con el niño todavía dentro, dentro de Mª José quiero decir, la recepcionista se empeñó en hacernos la ficha completa de ingreso, pero en cuanto vio a Mª José en qué estado venía y soplando como un rinoceronte, llamó para que se la llevaran rápido y me quedé yo dándole los datos.
Creo recordar que no me dio tiempo ni a terminar de hacer el ingreso, cuando subí había nacido Ferran, el nuevo miembro de la familia Sorlí y por segunda vez, puedo decir que fue el día más feliz de nuestra vida.
Como en aquélla época seguíamos sin poder quedarnos todo el día en la habitación y Mª José lo que más necesitaba era descansar, me llevé a Víctor, lo dejé en el cole y a las nueve, estaba yo en mi lugar de trabajo. Hable con Hilario le dí la noticia y dado que mi trabajo era estar por la calle, aproveché para decírselo a la familia e inscribir a nuestro nuevo hijo Ferran en el Registro Civil.
Después de comer volvimos a organizar la excursión al hospital las abuelas, que no tenían espera claro y yo. Como podéis ver por las fotos, se parecían como dos gotas de agua (Víctor es siempre el de la izquierda y Ferran el de la derecha, creo).
Para darnos el alta, se demoraron unos días; Ferrán tenía unas décimas de fiebre y los médicos querían tenerlo en observación, pues había nacido con una vuelta de cordón y parecía que había tragado algo de líquido amniótico. Nos preocupamos un poco, claro, pero en unos días estábamos en casa toda la familia; los cuatro miembros.
La nueva familia, para volver a empezar.



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